La defensa de una nación evoluciona con los avances tecnológicos y los recursos disponibles de cada país. Los planificadores militares diseñan escenarios operativos que aprovechan la tecnología disponible para aplicarla de la forma más eficaz posible en los distintos dominios donde actúan. En este tiempo el acelerado cambio tecnológico revoluciona la defensa de cada país lo que obliga a revisar o habilitar nuevas formas de operar y coordinar las diferentes fuerzas disponibles. En México hasta el 2018, La Fuerza Aérea mexicana tenía un plan que abarcaba hasta el año 2030 y en el que se incluía la incorporación de nuevos helicópteros, helicópteros pesados, transportes pesados y por supuesto interceptores.

Sin embargo, a partir del 2019 el tema de renovación y compra de nuevas aeronaves se dejó de lado enfocándose principalmente en el mantenimiento casi exclusivamente. Para la defensa de México sus fuerzas armadas deben contar con equipamiento capaz, moderno y tecnológicamente avanzado que le permitan estar al nivel de países con su mismo nivel económico Es así como a partir del 2025 el Gobierno de México tendrá que enfrentar la realidad de sustituir e incorporar nuevos cazas con avances tecnológicos que permitan que su aviación militar pueda estar al nivel de sus socios comerciales Canadá y los Estados Unidos. México no debe de comprar aviones nada más por comprarlos, debe de ubicar su incorporación en el contexto de contar con una adecuada defensa aérea que permita estar acorde con las nuevas tecnologías que se están aplicando en el mundo, dando el mensaje de que una defensa fuerte está respaldando un proyecto de país fuerte y competitivo.

La incorporación de nuevos interceptores a nuestro parecer debe darse en el contexto de la nueva realidad de la industria aeroespacial mexicana e incluir a los actores que trabajan en ella en específico las empresas que se ubican en los clusters aeroespaciales.